quinta-feira, 18 de julho de 2013

Argentina: ¿Quién escribe la historia?

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Estos últimos días bajo el sol de nuestro país, han sido signados por varios debates interesantes. Los más importantes, según mi humilde opinión, los relacionados al manejo y asignación de los subsidios del Estado nacional y lo que respecta a la creación del novel Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego (INRH).
Pero comencemos por el principio: ¿Quién fue Manuel Dorrego? Si tuviera que comentar lo que nos han enseñado en la escuela, diría que fue un salvaje de esos que solucionaban los conflictos de nuestros primeros años de vida como Nación, a la suerte del filo de su espada. Si optara por lo que dicta “la” academia universitaria, diría que fue militar, gobernador de la provincia de Buenos Aires y representante (algo zigzagueante del federalismo argentino); “circunstancialmente” ajusticiado por el impacto de los mosquetes patriotas de Juan Lavalle. Sin embargo, no todo lo que queda escrito es en definitiva “la” verdad, acercarse a esa verdad debiera ser el objetivo del revisionismo, por lo menos así lo plantean algunos.
Pero pareciera ser que este nuevo espacio, tiene más ansias reivindicatorias de un fuerte contenido político (hasta partidario) que de acercamiento a una construcción histórica plural y democrática. Es como querer hacer coincidir en una historia hecha a la medida del peronismo, que Monteagudo, Belgrano, Moreno, Dorrego y Rosas son los antecesores de Juan Perón y que Néstor Kirchner es casi como la síntesis de todos ellos. Es por lo menos dudoso plantear que Manuel Belgrano y Ernesto Che Guevara son, a la luz de “esa” historia, peronistas. No lo digo con exaltación “gorila” o antiperonista (claramente no me gustan esas etiquetas), sino con el asombro de alguien que cree que no todo es blanco o negro.
Claro está que el debate no queda allí, pues muchos de los que se sitúan en la vereda del frente del gobierno nacional, tienen “tantos” elementos en contra como algunos medios reconocidos por su voracidad empresaria. Están los que forman parte de la academia historicista, pulcra, liberal, casi amantes de Bartolomé Mitre (pluma oficial de la historia argentina); los que se alarman porque en el mencionado instituto no habrá lugar para ellos mismos; los que repiten su oposición sólo porque escucharon que alguien más se opuso y los que se oponen a todo, porque esa es su manera de encarar la vida.
Como argumentos en contra más fuertes, podríamos mencionar que en cuestión de formas y de sustancia, ya nació mal parido el INRH. Si el objetivo es de-construir nuestra historia de una manera plural y democrática, con visión latinoamericanista y revolucionaria; y por otro lado, lo hacemos por decreto, con un grupo de historiadores “oficiales”; con un cupo femenino irrisorio (al menos cinco miembros) mientras planteamos revisar particularmente la participación de la mujer en los procesos histórico-políticos; con una exigencia también irrisoria (al menos cinco miembros) de científicos del interior del país, mientras planteamos como un objetivo central la atención y reivindicación del federalismo; sin participación de los pueblos originarios de nuestras tierras, que al parecer del decreto directamente no formarían parte de la historia; el INRH ya merece ubicarse en la tradición liberal por parecerse a los clubes de caballeros de fines de siglo XIX, donde se reunían sólo los privilegiados de las grandes ciudades. Hasta el número de Decreto es una paradoja: 1880/2011, como sí lo que pareciera una intención (por lo menos discursiva), de un momento refundacional de la historia termina siendo una continuidad de su tradición (por lo menos discursiva) opuesta.
En fin, todo esto me genera más dudas que certezas, por ejemplo, por qué el INRH se compone de treinta y tres miembros (¿alguna relación de la tradición revisionismo con ese número?); el Estado financia investigaciones en variados campos de la ciencia, entre ellos de Historia, con la participación de cientos de becarios pertenecientes a las universidades públicas y el CONICET (¿entonces el Estado argentino financia distintas visiones y corrientes de investigación? Ó ¿los becarios no forman parte de un círculo oficial? Ó ¿quién decide quién es más apto para formar parte del selecto grupo de historiadores oficiales?). Más allá de la ironía, claro está que por los métodos de formación y selección del mencionado instituto, puede terminar siendo una bolsa de trabajo para algunos científicos y nicho para otro agujero negro de fondos públicos. Espero que no sea así.
Para cerrar, les dejaría un interrogante a los miembros del INRH. Cuando Juan Perón nacionalizó los ferrocarriles (pertenecientes a empresas inglesas) y los bautizó con los nombres de Sarmiento, Roca, Urquiza, Mitre; ¿fue una decisión enmarcada en la visión “Nacional y Popular” de la historia o en la visión “Liberal”?
La construcción de nuestra identidad y por lo tanto de nuestro camino, no debe ser impuesta, ya que se convierte en una nueva estructuración autoritaria y antidemocrática de la historia.

Artículo realizado por Andrés Fernández, colaborador de Hablando República en Argentina, y publicado también en su blog.

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