sexta-feira, 5 de julho de 2013

En Europa, los bancos cuentan 10 veces más que los ciudadanos

Agencia Inter Press Service (IPS)


Durante la última cumbre de los jefes de Estado europeos, celebrada a finales de junio en Bruselas, el tema principal fue el desempleo que afecta hoy en día a 23 por ciento de la juventud, y que en España alcanza a 41 por ciento.La Organización Internacional del Trabajo había publicado previamente un dramático estudio que daba cuenta de una generación perdida. Según sus proyecciones, la prevalencia de trabajos temporarios sin contribuciones sociales, significará que la generación actual se jubile con una pensión de 480 euros.
Después de una larga discusión, los jefes de Estado decidieron asignar 6.000 millones de dólares de fondos europeos a la lucha contra el desempleo juvenil. Y después de una reunión bastante más breve, aprobaron un paquete de ayuda a los bancos europeos cifrado en 60.000 millones de dólares, que se suman a subsidios generosos otorgados en el pasado: solo el Banco Central Europeo cedió un billón de dólares a los bancos a costo nominal.
Todos los esfuerzos para crear un sistema bancario europeo bajo un regulador único se congelaron en espera del desenlace de las elecciones alemanas de septiembre.
Como dijo un miembro de la delegación alemana: “Sabemos lo que tenemos que hacer: calmar a los mercados financieros. Pero no fuimos elegidos por los mercados financieros, sino por los ciudadanos alemanes”. Y no se ha realizado ningún esfuerzo para explicar a los ciudadanos alemanes por qué es de su interés ser solidarios con los países más frágiles de Europa.
La democracia, como la entendemos hoy, se basa en líderes que siguen el sentimiento popular, a expensas de un sentido del deber que empuje a los electores hacia un mundo de desafíos y visiones.
Estamos ante una situación curiosa, en la que Europa hasta ahora no solo gastó centenas de miles de millones de dólares en sus bancos, sino que incluso invitó al Fondo Monetario Internacional (controlado por Estados Unidos) para que, junto con las instituciones europeas, maneje las crisis del continente.
En un acto de resistencia a Estados Unidos sin precedentes, Europa rechazó una exhortación de Washington a reducir la austeridad y adoptar políticas de crecimiento como las que, con éxitos comprobados, están aplicando la propia superpotencia y Japón.
El punto común del trío más poderoso del Norte (Estados Unidos, Europa y Japón) ha sido su falta de voluntad para controlar a los bancos y penalizar sus crímenes.
Los bancos centrales de todo el mundo se reúnen en el Banco de Pagos Internacionales, con sede en Basilea. Ahora, su Comité de Supervisión Bancaria lanzó una propuesta que aumenta la relación entre el capital de los bancos miembro y el volumen de operaciones financieras que pueden llevar a cabo.
Uno de los indicadores establece que los bancos deben mantener una reserva de capital de “alta calidad”, compuesta por acciones y ganancias no distribuidas, equivalente a siete por ciento de su exposición crediticia, que sube a nueve por ciento para las instituciones gigantes.
No es precisamente una proposición revolucionaria, y es criticada como insuficiente por muchos analistas y reguladores.
Así lo confirma el hecho de que la Reserva Federal estima que entre 90 y 95 por ciento de los bancos con activos inferiores a 10.000 millones de dólares ya respetan esos parámetros. Pues bien, incluso esta propuesta levantó una ola de protestas por parte de muchos bancos, temerosos de las supuestas grandes dificultades que encontrarán a la hora de reunir capital.
Bajo el viejo capitalismo, ninguna empresa funcionaría sin el capital adecuado a sus necesidades. En cambio, aquí tenemos un sector económico que quiere jugar sin capital y espera que el Estado lo rescate cuando las cosas salen mal. Recordemos, entonces, algunas de las muchas veces que las cosas han salido mal sin que ningún responsable
haya terminado en la cárcel.
En abril de 2002, la agencia estatal reguladora estadounidense SEC condenó 10 bancos a pagar 1.400 millones de dólares de multa por actividades fraudulentas.
Pasado un año, la SEC descubrió que 13 de 15 entidades financieras investigadas al azar habían cometido fraudes.
En 2010, Goldman Sachs aceptó una multa de 550 millones de dólares para evitar un juicio por fraude.
En julio del año pasado, el Senado estadounidense acusó al banco británico HSBC de facilitar el lavado de dinero ilícito por parte de traficantes de drogas y otros criminales. La multa fue de 1.900 millones de dólares.
Unos meses más tarde, en noviembre del 2012, la SEC multó a la SAC Capital en 600 millones de dólares, y al banco británico Standard Chartered en 667 millones de dólares.
En febrero de este año, el banco Barclays anunció que pagaría unos 1.518 millones de dólares de penalidades por “transacciones ilícitas”, y el mes siguiente Citigroup aceptó una multa de 730 millones de dólares por “vender inversiones basura a clientes desprevenidos”.
Todos sabemos que la crisis que sufrimos (según los optimistas terminará en 2020, según los pesimistas en 2025), se originó en los 10 mayores bancos estadounidenses que decidieron vender bonos tóxicos certificados por las agencias calificadoras Standard & Poor’s (S&P) y Moody’s.
Los contribuyentes estadounidenses donaron 750.000 millones de dólares para salvar los bancos, y los británicos hicieron otro tanto a favor HSBC, Royal Bank of Scotland, Barclays y Northern Rock.
Entre 2003 y 2007, mientras se extendía el desastre financiero, los cinco grandes estadounidenses (Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Lehman Brothers y Bear Stearns) pagaban 3.000 millones de dólares a sus ejecutivos, quienes en 2008 recibieron 20.000 millones de dólares al mismo tiempo que sus bancos sufrían pérdidas de 42.000 millones de dólares.
Todo esto fue certificado por S&P y Moody’s, que controlan 75 por ciento del mercado mundial.
Ahora, se le exige a S&P que pague 500 millones de dólares. Pero, ¿qué decir de los millones que perdieron sus puestos de trabajo? ¿Y los millones de jóvenes que no ven futuro alguno en sus vidas?
Es la misma historia de siempre: si robas pan, vas a la cárcel, si robas millones, no te pasa nada… y si robas millones en un banco, menos razón aun para preocuparse.
Entretanto, en la cumbre europea la prioridad sigue siendo la distribución del dinero de los contribuyentes, por mucho que se mantenga la retórica del desempleo juvenil. Al fin y a al cabo, lo que realmente importa a los líderes europeos es asegurarse la reelección…
(*) Roberto Savio es fundador y presidente emérito de la agencia de noticias IPS (Inter Press Service) y editor de Other News.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2013/07/columna-en-europa-los-bancos-cuentan-10-veces-mas-que-los-ciudadanos/

Guatemala: El paradigma posneoliberal

Mario Roberto Morales

La Insignia. Guatemala, febrero del 2009.

Se acabó la “era” neoliberal: esa prolongada estafa planetaria iniciada por Reagan y Tatcher, y continuada por notorios ladrones como, entre otros, Salinas en México y Menem en Argentina, con las consecuencias desastrosas a la vista, incluida la crisis financiera estadounidense.
Se acabó la era de la ligereza económica, de la irresponsabilidad estatal ante la economía. Se acabó el mito de que el mercado es un mecanismo capaz de regularse a sí mismo. Hoy más que nunca es obvio que si se deja al mercado sin regulación, ocurre lo que tenemos a la vista: baja productividad y alta especulación, bajo consumo y alto desempleo, pobreza generalizada y riqueza concentrada.
Ante esto, no hay duda de que el Estado debe volver a jugar su papel rector de la sociedad, incluida la economía y los mercados, pero sin repetir los errores que llevaron a la estafa neoliberal. Se impone, pues, un cambio de paradigma económico, no para instaurar el socialismo sino para salvar al capitalismo de sí mismo, democratizándolo en lo posible, a fin de salir de la crisis. Este fue el desafío al que respondió Keynes, y al que debemos responder ahora debido al carácter cíclico de las crisis capitalistas.
Ante esta crisis, nuestros Estados deben estimular la pequeña y mediana empresa, y velar por la justicia social, es decir, la igualdad de oportunidades para todos y no sólo para unas cuantas familias de ricachones acaparadores que impiden que surjan nuevos empresarios y que haya más gente próspera, con lo cual asfixian a las capas medias y expulsan de su país a millones de trabajadores a quienes les toca mantener la economía nacional desde la distancia, pues esos ricachones acaparadores no son capaces de darles empleo y tampoco dejan que otros empresarios intenten hacerlo.
El nuevo paradigma económico reclama un nuevo paradigma político: un Estado fuerte (no grande) con poder económico y capacidad para hacer cumplir las leyes y regulaciones que estimulen el crecimiento masivo de la pequeña y mediana empresa, para no esperar a que a los monopolistas les dé la gana iniciar nuevos rubros productivos. En otras palabras, se necesita un genuino Estado de derecho, eficiente y probo, cuya dirección recaiga en políticos que no busquen valerse de él para convertirse en nuevos ricos, sino que sean auténticos estadistas: individuos capaces de garantizar el bienestar de las mayorías nacionales en lugar de limitarse a servir a los intereses elitistas, a los que sólo les importa la ampliación creciente de sus márgenes de lucro y no los costos sociales que eso implique.
En lo político, pues, hay que fortalecer el Estado. Y en lo económico, fomentar la pequeña y mediana empresa. Esto es lo que toca hacer ante a la crisis. Nuestros países necesitan volver a ciertos rubros productivos que fueron sustituidos por los que requerían los mercados internacionales (hoy deprimidos) para, así, consolidar un mercado interno vigoroso que involucre a más gente en el circuito de producción, circulación y consumo de mercancías y, a largo plazo, a la mayoría en el trabajo calificado y el salario justo.
Así como a la izquierda conservadora le costó aceptar el colapso soviético, al neoliberalismo le tomará tiempo aceptar el colapso del capitalismo mundial. El socialismo sólo es posible con un alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso, lo que toca hacer es democratizar en lo posible el sistema colapsado, sentando así las bases de un futuro económico, político y social más próspero y equitativo.

Europa es lider en deforestación


Greenpeace

Greenpeace asegura que Europa lidera la deforestación mundial

Greenpeace aseguró hoy que Europa lidera la deforestación mundial y que el consumo europeo ha provocado un pérdida de bosques equivalente a 9 millones de hectáreas entre 1990 y 2008, una área del tamaño de Irlanda.
La ONG ecologista, que cita un informe independiente financiado por la propia Comisión Europea (CE), destaca que los bosques de la Amazonía, Asia sudoriental y África fueron los más perjudicados por estas prácticas.
"Las principales economías industrializadas, junto con China, fueron responsables de aproximadamente un tercio de toda la deforestación que se ha producido a nivel mundial en el mismo período", asegura en un comunicado Greenpeace.
Esta organización responsabiliza de estos efectos a la creciente demanda europea de carne, productos lácteos, así como a la producción de biocombustibles y otros productos que requieren grandes extensiones de tierra.
Según el análisis al que hace referencia, la UE fue responsable de al menos el 10 % de la deforestación mundial, dos veces más que China y Japón y tres veces más que Estados Unidos, y esta tendencia seguirá acentuándose en los próximos años debido al aumento de la demanda de alimentos, la ganadería y el consumo de biocombustibles.
La mayor parte de la deforestación está relacionada con el consumo que tiene lugar dentro de los países o regiones donde se producen las materias primas, sostiene el informe.
El documento identifica como principales impulsores de la destrucción de bosques el consumo de las industrias de alimentación animal y de las industrias de piensos y aceite para alimentación y combustible.
Greenpeace recuerda que ya ha protestado en numerosas ocasiones contra las compañías que utilizan estos productos, como Nestlé, Cargill o Unilever.
La ONG incide además en que la deforestación provoca la destrucción de hábitats y biodiversidad, e impide la neutralización de millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) que sin los bosques van a parar a la atmósfera.
Subraya asimismo que los Veintisiete se comprometieron en 2008 a detener la pérdida mundial de bosques para el año 2030 y por lo menos reducir a la mitad la deforestación tropical en 2020.
El estudio "el impacto del consumo de la UE en la deforestación" ha sido financiado por la Comisión Europea para contar con datos y hechos que guíen la elaboración de una serie de políticas medioambientales en elaboración.

Fuente: http://noticias-ambientales-internacionales.blogspot.com.es/2013/07/por-sus-politicas-europa-es-la-lider-en.html

"Evo fue secuestrado en un acto de piratería aérea"





Mario Hernandez (MH): Vamos a dejar de cortina el canto de Adriana Tula en “Deja un poco de luz al partir” de Víctor Heredia porque ya estamos en comunicación con Guillermo Almeyra con quien teníamos un temario más o menos ordenado y lo desordenó Evo.
Guillermo Almeyra (GA): Más bien los piratas.
MH: Efectivamente. Una grave situación impidiendo que el avión que lo transportaba de regreso a Bolivia pudiera aterrizar para reabastecerse con la excusa que estaba ayudando a Snowden a salir de Rusia.
GA: Es un acto de piratería aérea y el secuestro de un presidente, como dijo García Linera el vicepresidente de Bolivia.
A Evo lo tuvieron catorce horas secuestrado en Viena. Además, le querían registrar el avión a lo que se opuso, a pesar de las inmunidades. Se trata de un presidente de una república y existen tratados al respecto. Es un atentado directo y un insulto gravísimo porque él había declarado quiénes viajaban en el avión. Al tomar medidas Francia, España, Italia y Portugal instigados por EE. UU., como vasallos, presuponían que estaba mintiendo. ¡Con qué derecho! Y además, tratando como a un delincuente a un presidente de un país soberano. Es una monstruosidad. Pusieron en peligro la vida de todos los ocupantes del avión. Prácticamente, es una medida de guerra que merece el más directo repudio de todos los países del mundo. Desgraciadamente, la prensa europea, por ejemplo, Le Monde, no dice una palabra. El Corriere de la Sera La República publican una notita chiquitita de justificación, diciendo que lo buscaban a Snowden.
MH: Quiero detenerme particularmente en la actitud del gobierno español que tampoco autorizó el sobrevuelo. Digo esto por el tan cacareado tema de los “lazos” que nos unen a España, el conflicto con el traslado de la estatua de Colón en nuestro país, etc.
Espero que haya un pronunciamiento categórico de las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires repudiando el secuestro de Evo con el mismo énfasis que defienden el monumento de Cristóbal Colón. Siempre se agitan los lazos que unen a Latinoamérica y España, entonces es mucho más grave la complicidad de este país junto a Francia, Portugal e Italia.
GA: España, desde hace rato, es siervo de EE. UU. España permitió que los aviones de la CIA transportaran gente para ser torturada y le facilitaba sus bases aéreas. También le cedió sus bases a EE. UU. durante la guerra contra Irak.

En Egipto hay un proceso casi latinoamericano
MH: Hace un par de semanas abordamos la situación en Brasil, el mes pasado fue Turquía y ahora se han producido multitudinarias manifestaciones en Egipto. El domingo millones de manifestantes salieron a las calles a exigir la renuncia del presidente Morsi. Algunas fuentes señalan que fue la protesta más grande en la historia de Egipto. Mi pregunta sería: ¿no era que la “primavera árabe” se había acabado?
GA: La “primavera árabe” no dura como las estaciones del año solamente tres meses. Mientras no se resuelva el problema democrático y de liberación nacional seguirá un proceso permanente que se ha iniciado después de la Guerra Mundial. Los franceses tuvieron que matar 60.000 personas en Orán, en Argelia. Después vino la revolución argelina y mataron 1.000.000 sobre un total de 11.000.000 de habitantes y Argelia igual se independizó.
También Egipto se independizó con Nasser. Se formó una república socialista en Yemen en los ’70, luego desapareció pero ahora nuevamente hay crisis. Es un proceso larguísimo, de independencia y democratización. No se conforman con echar a Mubarak en Egipto o a Alí en Túnez, siguen frente a las injusticias no resueltas. Ahora rechazan la islamización conservadora al servicio de EE. UU. que lleva adelante la Hermandad Musulmana, la organización más reaccionaria, fomentada por los sauditas.
En Egipto hay un proceso muy largo que comenzó en realidad con el golpe de los jóvenes militares ligados a Nasser en 1952, pero va a seguir mientras exista una sociedad tan aberrante y tan injusta, con una distribución de la riqueza terriblemente contraria a los trabajadores.
Actualmente en la oposición se juntan diversos sectores, hasta se han sumado algunos vinculados a Mubarak, religiosos como los coptos que son muy numerosos en las ciudades, se oponen a la islamización forzada, también participan todos los demócratas, desde la extrema izquierda hasta los liberales que quieren una democratización de la sociedad. Los sectores más conservadores proponen a El Baradei, que fue secretario general de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). También está un sector del Ejército que hay que recordar fue de Nasser, que combatió varias veces contra Israel, muy influenciado por el nacionalismo y con soldados muy pobres. Lo que hay es casi un proceso latinoamericano.
MH: El próximo 11 de julio será un día muy especial por la convocatoria a una movilización nacional en Brasil, pero también habrá un paro nacional en Chile por la renacionalización del cobre y los recursos naturales para asegurar la gratuidad y con ello una segunda reforma universitaria y una nueva escuela nacional unificada. Se trata de un reclamo común de obreros y estudiantes.
GA: Reclamos democráticos y al mismo tiempo nacionales y sociales, porque lo hacen con métodos de lucha propios del movimiento obrero. También en el caso de los estudiantes con manifestaciones, ocupaciones y luchas directas. Es muy importante pero todavía no encuentra una expresión política aunque es un proceso de fondo.
Ya que están de moda las crecidas e inundaciones como la del Paraná, se trata de una gran crecida que no se para en un día ni tampoco encontrará un cauce inmediato.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Infundir terror es la política a domicilio: EEUU

Daños colaterales



Extraño credo del exterminio: barrer con todo con la secreta pretensión de sustraerse de sus efectos, recluidos en paraísos vallados por gendarmes del orden. Extraña inversión, también, de los términos de la vida: que las máquinas excavadoras arrasen las chozas que sirven de habitáculos y los disparos aplaquen lo naciente; que se ahoguen en el océano los que huyen de la pesadilla que nunca soñaron y que unos amos invisibles cultivan en algún lugar recóndito; dejar que se mueran, hacinados, hambrientos, desahuciados; encerrarlos en los campos que se propagan por el desierto; asesinar cualquier atisbo de revuelta; criminalizar a los que no aceptan callar y anestesiar a los que callan para que no puedan despertar jamás; dispararles desde la altura, torturar a sus hijos para que confiesen delitos que no cometieron; reventarles el cráneo, la esperanza; echarlos a las perreras, meterles un bozal y pegarles hasta que, furibundos, puedan destrozar a otros perros inermes; inocularles sobredosis de miedo hasta que imploren la protección de sus verdugos; inyectarlos con morfina; señalarlos como causas del fracaso en vez de esquirlas del sistema. Que se destrocen; que se mueran; que se arrastren o supliquen algo a cambio de migajas, haciendo ademanes reverenciales y sonriendo sumisos sin mostrar los dientes. Que se arrojen al vacío, se pongan un revolver en la sien y disparen contra sí mismos, anulando cualquier vestigio de autonomía. Que conviertan el mundo en un páramo. Que acumulen cielos custodiados mientras el infierno, cada vez más frío, se extiende en el submundo planetario. Que mueran como moscas, rociados por lluvias tóxicas; que no puedan nunca imaginar otra tierra para sus huesos y la sobrevida no quede expuesta por la promesa de lo diferente. Dejar que se coman el corazón del enemigo.
Esas imágenes no describen alguna obra terrorífica: forman parte del inventario del crimen organizado en el que (sobre)vivimos. Efectos colaterales del sistema. Los lugares se multiplican. Cuando pasa Afganistán viene Irak; cuando Irak es una escombrera viene Libia, convertido en una jungla; cuando Libia ya no es más que el recuerdo efímero de un líder empalado (tras su captura y entrega por parte de un comando franco-británico a la “turba salvaje”) viene Siria, el apoyo militar de Europa y EEUU a los grupos de Al Qaeda que participan enfilados en las tropas “rebeldes”. Después, o simultáneamente, puede ser otro. Habrá más, en el inventario modificable de las enemistades. Siempre habrá “tiranías” que destronar, a condición de que no coincidan con los intereses geopolíticos del bloque político-militar hegemónico. El asunto de primer orden es la construcción de enemigos mortales e infinitamente intercambiables, la invención de nuevas dicotomías que permitan perpetuar la globalización de la guerra. Su condición espectacularizada, análoga a un video-game, no niega en lo más mínimo la materialidad de los cientos de miles de muertos. Más todavía: cualquier reducción de la guerra a espectáculo olvida la condición irreductible de los cuerpos destrozados. La verdad de la aniquilación. La invisibilización de esta verdad convierte el sufrimiento en el fundamento (oculto) del espectáculo siniestro de la guerra.
Infundir terror es la política a domicilio: si internamente se criminaliza a los movimientos disidentes, externamente se los aniquila o neutraliza bajo una montaña de escombros. El magnicidio está garantizado. El asesinato indiscriminado también. Los daños colaterales son parte del nuevo orden del mundo. Los sobrevivientes suplicarán seguridad a cambio de entregar los restos de su libertad. Incluso si eso supone desplegar un desproporcionado aparato de control sobre las poblaciones o preparar atentados de falsa bandera para lanzar los planes que de otro modo no podrían legitimar. El negocio de la guerra es también la rentabilización del crimen. La industria del miedo tiene que fundar la promesa de seguridad en el terror que produce por todos los medios. No es sólo una incitación al consumo que pueda calmar de forma temporal un miedo incesantemente incentivado; es también creación de nichos de mercado regando devastación en numerosos territorios. Las empresas de reconstrucción, desde hace tiempo, son complementarias a las fábricas del exterminio. Drones y excavadoras son la ecuación perfecta.
«Globicidio» -por recuperar el término acuñado por Günther Anders- es un término que define de forma ajustada la magnitud de la catástrofe en la que nos movemos: la atrocidad no sólo posible sino probable. No en vano Zygmunt Bauman lo cita en un libro elocuente desde su mismo título: Daños colaterales (1). El «síndrome de Nagasaki» se resume en la idea de que lo hecho una vez puede repetirse con un grado creciente de naturalidad. La naturalización del horror es uno de los males que afecta nuestra sociedad.
Para decirlo de otro modo: el “potencial de barbarie” de la “civilización moderna” (por mantener esta terminología ambigua) es amplio. Las atrocidades nazis “(…) fueron excepcionales sólo en el sentido de que sintetizaron numerosos medios de esclavización y aniquilación ya puestos a prueba, aunque por separado, en la historia de la civilización occidental” (Bauman, 2011: 195). La Europa liberal es también un laboratorio de violencias tanto contra otros (que han padecido los efectos duraderos de la colonización y el imperialismo) como contra sí misma. El habituamiento a lo atroz es así una condición cultural del cinismo moderno. Los buenos padres y madres de familia hacen bien su trabajo con una soberana indiferencia ante lo(s) extraño(s).
La omnipotencia tecnológica presumida nos devuelve la imagen de nuestra impotencia. De ahí la idea misma de «tragedia» que ronda nuestro tiempo: se nos anuncia la inevitabilidad del desastre y la responsabilidad de los gobiernos de no impedirlo… Sin embargo, aceptar sin más esta posición es una claudicación política inadmisible. Una estratagema para llamarse al silencio, a la calma apócrifa de los despachos, al retiro de la escena pública, al resguardo de los altares y las misas académicas, a la imposición de un orden policial que se nutre de la represión del disenso. Tomar en serio la tesis foucaultiana que plantea -invirtiendo la tesis de Clausewitz (2)- la política como continuación de la guerra por otros medios es, ante todo, interpretar las fuerzas políticas en pugna como un campo de relaciones de poder, marcadas por diversos antagonismos sociales. A partir de ahí podemos empezar a pensar algo sobre nuestra contemporaneidad. Interrogar nuestro desarme, producto de derrotas históricas reversibles pero irreductibles. Nuestro punto de partida es la crítica a la resignación a la que quieren reducirnos. Desafiar la «paz perpetua» del capital, es decir, la declaración de guerra a todo(s) aquello(s) que no acepta(n) la alianza entre estado plutocrático, economía de mercado y cultura de masas como la ascensión final de la verdad o realización final de la civilización (supuestamente post-ideológica y post-histórica).
No necesitamos, sin embargo, seguir con estas “historias” para pensar nuestra historia, la historia en su proceso formativo, la historia que construimos colectivamente en condiciones de existencia determinadas, contra un cinismo hegemónico que pretende coagularla como destino inexorable, cosa irreversible, derrota intemporal de cualquier proyecto político que no se contente con la servidumbre. Por supuesto que dirán que la guerra es inevitable. Es su eslogan repetido. Dirán que no hay opción, mientras construyen una amenaza inusitada, una catástrofe inédita con magnitudes imprevisibles: armas de destrucción masiva, masacre inminente, terrorismo global, uso de armas químicas, violación de derechos humanos, tortura y crímenes de guerra… En cierto sentido, su propaganda o sus profecías son perversamente certeras: despliegan exactamente todos los medios que adjudican a sus enemigos, produciendo las realidades terribles que anuncian.
El discurso imperial produce, pues, sus metáforas performativas: un escenario apocalíptico de destrucción que contribuye de forma decisiva a construir. No deja de ser sorprendente que estos ideólogos del apocalipsis acusen de “alarmistas” a quienes cuestionan radicalmente su retórica pacificadora y su práctica belicista. Ante la acusación de alarmismo nuestra réplica es que nunca lo somos suficientemente. Puede que en las condiciones actuales ni siquiera escuchemos la alarma cuando suene sobre nuestras cabezas, una vez más, este extraño credo del exterminio.

Notas:
  1. Zygmunt Bauman (2011): Daños colaterales, s/n, FCE, Madrid, p. 192 y ss.
  1. Karl Von Clausewitz (2003): De la guerra, trad. Francisco Moglia, Astri, Buenos Aires. Si en Clausewitz “(…) la guerra es sólo un arma de la negociación política, y por ello, no es en absoluto independiente en sí misma” (op. cit., p. 239), en Foucault lo político es una forma de guerra: “La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa, no es parlanchina. De ahí la centralidad de la relación de poder, no de la relación de sentido. La historia no tiene «sentido», lo que no quiere decir que sea absurda e incoherente; es, por el contrario, inteligible y se debe poder analizar en sus mínimos detalles, pero a partir de la inteligibilidad de las luchas, de las estrategias y de las tácticas” (Foucault, Michel [1999]: Estrategias de poder, trad. Fernando Álvarez Uría y Julia Varela, Paidós, Barcelona, p. 45).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

videovigilancia y el análisis biométrico sin garantías ciudadanas

El avance de una videovigilancia y el análisis biométrico sin garantías ciudadanas

eldiario.es


Los sistemas de captación de imágenes y su integración en sistemas de reconocimiento biométrico avanzan hacia una integración paulatina de fuentes cada vez más diversas. De nuevo la excusa del terrorismo parece servir como paraguas bajo el que desarrollar e implementar estos sistemas.
Los atentados en la maratón de Boston pusieron de nuevo el foco en la importancia de la recopilación de datos personales a través de tomas de video captadas por cámaras de vigilancia en las calles. Todo el despliegue y la discutida actuación de la policía en torno a la búsqueda y captura de los responsables han servido para poner sobre la mesa de nuevo el debate a propósito de los fines que un sistema de vigilancia tiene.
Automatizando la vigilanciaEl avance de los sistemas biométricos y de vigilancia, junto con la elaboración de bases de datos masivas que permiten una identificación sobre la marcha y un rastreo completo del individuo. Diversas naciones, entre las que destacan algunas de particular tradición democrática como los Emiratos Árabes, se encuentran en este momento desarrollando sistemas de control e identificación ciudadana.
Si este sistema se combina con otros elementos de escaneo personal, y el rastreo de terminales móviles podemos inferir que sistemas de vigilancia integrales están muy próximos a ser una realidad concreta. Así podemos argumentar que no está nada lejos un sistema de vigilancia la estilo de series como Person of interest, en donde el rastreo personal mediante una multiplicidad de sistemas integrados puede determinar nuestra ubicación, sobre todo en entornos urbanos, de forma muy precisa.

El FBI y su sistema de identificación biométricoLa Electronic Frontier Foundation (EFF) acaba de elevar una demanda de información al FBI para que explique y libere la información relativa a la base de datos biométricos de que dispone actualmente para elevar a debate público los aspectos legales y su implicación respecto a las libertades y derechos civiles.
Denominada Next Generation Identification (NGI), la gran base de datos que el FBI está elaborando es en la actualidad uno de los más potentes mecanismos de control de toda la historia. En este sentido, trabajan para ampliar los datos de huellas dactilares añadiendo información relativa a escáneres de palma de mano, del iris ocular y sobre todo de fotografías y videos. Uno de los puntos que más suspicacias ha levantado es precisamente ese nuevo método dereconocimiento facial mediante captación de imágenes por circuito de videovigilancia, un sistema que se espera tener a pleno rendimiento para 2014 y mediante el cual podemos ser ubicados sobre la marcha en cualquier lugar donde esta red de cámaras capte nuestra imagen.
videovigilanciaEl FBI y su sistema de identificación Biométrico
El sistema de identificación dactilar de NGI a cargo de la conocida contrata Lockheed Martin, luego completada con otras empresas tecnológicas entre las que destacan IBM o Accenture, había sido en primer lugar utilizado para listar a todos los detenidos. Sin embargo, su ampliación a sistemas de vigilancia y de reconocimiento facial aumenta su rango de acción a la escala de toda la ciudadanía.
La abogada de EFF Jennifer Lynch, afirma que” NGI se traducirá en una expansión masiva de la recogida de datos del gobierno con fines criminales y no criminales" lo que significa que cada vez más mecanismos de control sin orden judicial están en poder de agencias de información. De hecho, señala que en la actualidad, el FBI cuenta con la mayor base de datos biométricos existentes en el mundo, con un total de 66 millones de registros criminales, 25 millones de registros civiles y 91 millones de huellas digitales individuales entre todos sus diferentes registros. Si a esto añadimos la progresiva privatización de los servicios de seguridad, como ha demostrado el caso Snowden, nos encontramos con un panorama en el que la vigilancia de ciudadanos sin garantías y de forma opaca pude ser la norma.
Con esta demanda, la EFF busca que el debate ciudadano y el conocimiento de las formas con las que estas nuevas bases de datos biométricos van a ser elaboradas y las garantías de protección de la privacidad que estas deben ofrecer.
Trapwire, INDECT y NDAA: Un Gran Hermano global y privadoTres nombres destacan entre los sistemas de vigilancia y filtrado de datos biométricos, Trapwire, INDECT y NDAA. En común, todos ellos son mecanismos de control ciudadano y formulaciones que difícilmente pueden entrar en consonancia con las garantías individuales.
El caso de la compañía Trapwire y su sistema de vigilancia remota ha sido revelado por WikiLeaks en 2011 como un sistema sofisticado de seguimiento e identificación individuos basado en la integración de diversos elementos de identificación biométrica, fundamentalmente con la videovigilancia. El software de Trapwire, desarrollado en 2004 por The Abraxas Corporation, empresa fundada por ex miembros de la CIA, es fundamentalmente un sistema que emplea las cámaras de videovigilancia para procesar las facciones.
El nuevo marco legal que ampara a este sistema es la National Defense Authorization Act (NDAA). Esta ley ha estado desde su inicio en el centro del huracán mediático entre otros motivos por hacer posible lagunas de derechos como la prisión de Guantánamo. Asimismo posibilita la suspensión de derechos cívicos y da soporte legal a acciones muy discutidas en la “guerra contra el terrorismo” como la facultad para detener a capturados en campo de batalla. Esto se hace extensivo a enemigos internos considerados terroristas. En resumen esta ley transfiere al Departamento de Defensa prerrogativas propias del de Justicia. Así cualquier acusado de “terrorismo” deja en suspenso sus derechos, pudiéndose encarcelar indefinidamente a personas sin formular una acusación, imputar cargos ni emplazar a juicio. Casos como el de Barret Brown, una de las voces más reconocidas de Anonymous y actualmente en prisión es paradigmático en este sentido y aunque menos conocido es bastante similar al de Snowden.
Entre las revelaciones más significativas de Brown, destaca la progresiva privatización y delegación de servicios de seguridad y espionaje a compañías externas a los servicios estatales. En concreto, se indica que actualmente ronda la cifra de 2.000 compañías las vinculadas de un modo u otro a la seguridad privada y el espionaje.
Por último, Europa no permanece al margen y el sistema INDECT(Intelligent information system supporting observation, searching and detection for security of citizens in urban environment), que cuenta con una importante financiación pública por parte de la propia Unión Europea y la colaboración de estamentos públicos, entre cuerpos policiales y Universidades también avanza en una dirección similar. Arropada desde 2009 con una partida incial de 11 millones de euros en fondos de la unión y con el clásico argumentario de la seguridad, este sistema se nutre esencialmente de los circuitos de videovigilancia, que trata de intercambiar y combinar para poder realizar un seguimiento completo de “comportamientos sospechosos”.
Criticada por activistas de las libertades como un sistema orweliano de control ciudadano, INDECT, también integra herramientas de control y catalogación de conductas en la red, mediante el control de contenidos de redes P2P, foros o webs. La respuesta ambigua de la Comisión Europea, al activista Shami Chakrabarti de la ONG Liberty, emplazándolo a una eventual “auditoría ética”, aunque remarcando la importancia para la prosperidad europea de la “seguridad” no hizo mas que acrecentar las dudas al respecto.
Este tipo de sistemas debe ir acompañado, como en el caso estadounidense, de un cuerpo legal que en este caso ofrecen documentos como el denominado8570/10, que pretende restringir las libertades de individuos supuestamente “radicalizados”. Con ello se abre la puerta a que el sistema pueda avanzar ateniéndose a una particular interpretación del derecho.
Con este panorama, polémicas como las del reconocimiento facial integrado por Facebook el pasado año cobran una dimensión completamente diferente. Si bien es cierta su retirada, la demostración de esa capacidad tecnológica y la subsiguiente facilidad para el cruce de datos, sobre todo a la luz de sistemas como PRISM, no deja de levantar suspicacias sobre qué grado de integración de datos personales existen en la actualidad y en qué manos están.
Fuente: http://www.eldiario.es/turing/videovigilancia-analisis-biometrico-garantias-ciudadanas_0_149435381.html
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Egipto, Brasil, Turquía: sin política, la protesta está a la merced de las elites

The Guardian

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Dos años después de que los levantamientos árabes alimentaran una ola de protestas y ocupaciones en todo el mundo, las manifestaciones de masas han vuelto a su crisol en Egipto. Tal como millones de personas desafiaron la brutal represión en 2011 para derrocar al dictador Hosni Mubarak respaldado por Occidente, millones han salido ahora a las calles de ciudades egipcias para exigir la salida del primer presidente libremente elegido del país, Mohamed Morsi.

Como en 2011, la oposición es una alianza de izquierdas y derechas dominada por la clase media. Pero esta vez los islamistas están al otro lado mientras partidarios del régimen de Mubarak están involucrados. La policía, que golpeó y mató a los manifestantes hace dos años, este año se mantuvo lejos mientras los manifestantes incendiaban oficinas de la Hermandad Musulmana de Morsi. Y el ejército, que respaldó a la dictadura hasta el último momento antes de formar una junta en 2011, ha apoyado con todas sus fuerzas a la oposición.

Sea si su ultimátum al presidente se convierte en un golpe hecho y derecho o en un cambio administrado del gobierno, el ejército –espléndidamente financiado y entrenado por el gobierno de EE.UU. y con el control de amplios intereses comerciales– ha vuelto a tomar las riendas. Y muchos autoproclamados revolucionarios que antes denunciaron a Morsi por rendir pleitesía a los militares ahora los están vitoreando. Sobre la base de la experiencia del pasado, llegarán a lamentarlo.

Por supuesto, a los manifestantes no les faltan motivos de queja contra el gobierno de un año de Morsi: desde el estado calamitoso de la economía, la islamización constitucional y las tomas de poder institucional hasta el hecho de que no haya roto con las políticas neoliberales de Mubarak y su apaciguamiento del poder estadounidense e israelí.

Pero la realidad es que, por muy incompetente que haya sido la administración de Morsi, muchos controles cruciales del poder –desde aparato judicial y la policía hasta las fuerzas armadas y los medios– siguen estando efectivamente en manos de las elites del antiguo régimen. Ven abiertamente a los Hermanos Musulmanes como intrusos entrometidos, cuyos dirigentes deberían volver a prisión lo más pronto posible.

No obstante, esta es la gente que ahora está aliada con fuerzas de la oposición que realmnente quieren ver que la revolución egipcia se lleva por lo menos a una conclusión democrática. Si Morsi y la Hermandad Musulmana son despojados del poder, cuesta imaginar que gente semejante rompa con la ortodoxia neoliberal o reafirme la independencia nacional, como lo desea la mayoría de los egipcios. En su lugar, lo más probable es que los islamistas, también con apoyo masivo, se resistirán que a se les niegue su mandato democrático, arrojando a Egipto a un conflicto más grave.

La última erupción en Egipto tuvo lugar inmediatamente después de protestas masivas en Turquía y Brasil (así como una agitación en menor escala en Bulgaria e Indonesia). Ninguna ha reflejado la lucha generalizada por el poder en Egipto, incluso si algunos manifestantes en Turquía exigieron la partida del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan. Pero hay ecos significativos que destacan tanto el poder como la debilidad de semejantes manifestaciones relámpago de cólera popular.

En el caso de Turquía, lo que comenzó con una protesta contra la remodelación del Parque Gezi de Estambul se convirtió rápidamente en manifestaciones masivas contra el gobierno islamista cada vez más enérgico. Unió a nacionalistas turcos y kurdos, liberales e izquierdistas, socialistas y partidarios del libre mercado. La amplitud fue una fuerza, pero la naturaleza dispar de las demandas de los manifestantes probablemente debilitará su impacto político.

En Brasil, las manifestaciones masivas contra el aumento de los precios del transporte público se convirtieron en protestas más amplias contra malos servicios públicos y el coste exorbitante de la Copa del Mundo del próximo año. Como en Turquía y Egipto, jóvenes de clase media y despolitizados estuvieron a la vanguardia, y se desalentó la participación de partidos políticos, mientras grupos y medios derechistas trataban de distraer de los objetivos de la desigualdad a recortes de impuestos y la corrupción.

El gobierno de centro izquierda de Brasil ha sacado a millones de personas de la pobreza y las manifestaciones han sido impulsadas por crecientes expectativas. Pero a diferencia de otros sitios de Latinoamérica, el gobierno de Lula nunca rompió con la ortodoxia neoliberal o atacó los intereses de la elite acaudalada. Su sucesora Dilma Rousseff –quien respondió a las protestas prometiendo inmensas inversiones en transporte, salud y educación y un plebiscito sobre la reforma política– ahora tiene una posibilidad de cambiar esa situación.

A pesar de sus diferencias, los tres movimientos tienen impresionantes características comunes. Combinan grupos políticos ampliamente divergentes y demandas contradictorias, junto con los despolitizados, y carecen de una base organizativa coherente. Eso puede ser una ventaja para campañas de un solo tema, pero puede conducir a una superficialidad de poca duración si los objetivos son más ambiciosos, lo que se puede decir que ha sido la suerte del movimiento Ocupa.

Todos ellos, por cierto, han sido fuertemente influenciados y conformados por los medios sociales y las redes espontáneas que fomentan. Pero hay muchos precedentes históricos de semejantes protestas de poder popular, e importantes lecciones de por qué con frecuencia se desbaratan o conducen a resultados muy diferentes de los esperados por sus protagonistas.

Los precedentes más obvios son las revoluciones europeas de 1848, que también fueron dirigidas por reformadores de clase media y que ofrecieron la promesa de una primavera democrática, pero prácticamente colapsaron en un año. El tumultuoso levantamiento de París de 1968 fue seguido de una victoria electoral de la derecha francesa. Los que marcharon por el socialismo democrático en Berlín Este en 1989 llevaron a privatización y al desempleo masivo. Las revoluciones de colores de la última década patrocinadas por Occidente utilizaron a los manifestantes para la escenificación de la transferencia del poder a oligarcas y elites favorecidas. Los movimientos de los indignados contra la austeridad en España fueron impotentes para impedir la vuelta de la derecha y una caída en una austeridad aún más profunda.

En la era del neoliberalismo, cuando la elite gobernante ha vaciado la democracia y asegura que no importa a quién votas, el resultado es el mismo, tienden a prosperar movimientos de protesta políticamente incipientes. Tienen fuerzas cruciales: pueden cambiar estados de ánimo, desechar políticas y derrocar gobiernos. Pero sin una organización con raíces sociales y objetivos políticos claros pueden destellar y fracasar o ser vulnerables a secuestros o desviaciones por parte de fuerzas más arraigadas y poderosas.

Lo mismo vale para revoluciones, y es lo que parece que ocurre en Egipto. Muchos activistas consideran que los partidos y movimientos políticos tradicionales son superfluos en la era de Internet. Pero ese es un argumento para nuevas formas de organización política y social. Sin ella, las elites conservarán el control, por espectaculares que sean las protestas.

• Twitter: @SeumasMilne

• La edición en rústica del libro The Revenge of History de Seumas Milne está en venta en Guardian Bookshop

Fuente: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2013/jul/02/politics-protest-elites-brazil-egypt-organisation/print