quinta-feira, 6 de setembro de 2012

España, Grecia y la crisis del capitalismo desarrollado

En la actualidad no hay consenso en Europa sobre cómo salir de la actual crisis. Las políticas de austeridad de menor gasto público y mayores impuestos son recesivas, empeoran los ingresos fiscales y hacen más difícil pagar las deudas.
Andrés Solimano

Santiago / Economía – El último gran episodio de la saga de la crisis europea es el rescate financiero al Estado español por 100 mil millones de euros para recapitalizar su sistema bancario, medida adoptada el 9 de junio por parte del llamado Euro-grupo de Ministros de Finanzas de la Unión Europea. Esta operación ha sido presentada por el Gobierno español encabezado por Mariano Rajoy como un “préstamo a una baja tasa de interés, sin condicionalidad”, diferenciándose de los programas de rescate de Grecia, Portugal e Irlanda. Lo que gatilló este rescate fue la delicada situación de la banca española y la incertidumbre de la elección griega. La prima de riesgo de los bonos españoles, en el momento de escribirse este artículo, seguía subiendo ante los aumentos de morosidades con los bancos en España.
Según un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) los bancos españoles necesitan al menos 40 mil millones de euros en nuevo capital y tienen carteras de mala calidad cercanas a 100 mil millones de euros. El rescate español, a pesar de su foco estrictamente financiero, se agrega a los “rescates macroeconómicos” de Grecia por 240 mil millones de euros (con dos programas, en los años 2010 y 2012), Irlanda por 85 mil millones (2010) y Portugal de 78 mil millones (2011). A diferencia de los otros programas, el rescate español no fuerza, explícitamente, a recortar el gasto público, despedir trabajadores, elevar la edad de jubilación, subir impuestos ni otras medidas contractivas. Aparentemente los países más grandes reciben un mejor trato (menos condicionalidad) que los más pequeños a la hora de recibir ayuda financiera del exterior. Sin embargo, España ya estaba implementando políticas de austeridad antes del rescate. Actualmente un cuarto de su fuerza de trabajo está desempleada y uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo, optando muchos por emigrar, en múltiples casos a América Latina.
LAS DUDAS DEL RESCATE
El préstamo de los 100 mil millones de euros agrega a España cerca de 10 puntos porcentuales del PIB más de deuda, elevando su deuda pública a cerca de 80 por ciento del PIB. El Estado español tendrá, en el futuro, que pagar más intereses por sus pasivos financieros, desplazando otras prioridades, como el gasto en educación, salud, seguro de desempleo e inversión.
La crisis española, como varias de las ya mencionadas, no es una consecuencia de la existencia del Estado de bienestar —el que, por lo demás, ha existido por décadas— sino de la expansión enorme de la deuda asociada al boom inmobiliario y a una inflación de precios de activos (propiedades, bonos, acciones) durante la fase de boom económico anterior a 2008. La corrección del valor inflado de los activos que supuestamente respaldaban la deuda ha evidenciado el verdadero “emperador sin ropas” que había detrás de sistemas financieros sobredimensionados y especulativos. Para evitar una contracción del crédito generalizada, y quizás una corrida de depósitos, se han diseñado estos programas de “rescate”, que más bien son de hundimiento al pasarle al Estado las cuentas de las farras del sector privado. Es la clásica socialización de pérdidas tras una fase de privatización de las ganancias, observada en muchas crisis anteriores en el mundo.
En España, cuando entraron en problemas las cajas (bancos de ahorro que en gran parte financiaron el boom inmobiliario) se fusionaron en un gran banco llamado Bankia. Para dirigir este último se nombró como su presidente a Rodrigo Rato, ex director gerente del FMI; no obstante, este funcionario debió renunciar recientemente al conocerse las pérdidas de Bankia, presentadas como utilidades en el balance del 2011. En la actualidad el Banco Bankia tiene necesidades de caja superiores a 20 mil millones de euros y el caso se convirtió en un escándalo (un anterior director gerente del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn, ha enfrentado otros escándalos y procesos judiciales por abuso sexual). Por otra parte, es interesante observar el ágil repliegue de bancos de gran calado, como el BBVA, que anuncia la venta de sus rentables negocios de las administradoras de fondos de pensiones privadas en Chile, Perú, Colombia y México. Por su lado, el poderoso grupo Santander ha venido realizando consolidaciones y ventas de participaciones accionarias en bancos en el Reino Unido, Brasil, Estados Unidos y otros. Para ambos consorcios bancarios, América Latina es decisiva como fuente de altas utilidades a nivel consolidado y de un ambiente propicio, hasta ahora, para los negocios.
El caso español es muy relevante al ser una economía de gran tamaño (la cuarta en importancia en Europa) y con múltiples conexiones con América Latina y Chile, tras su intento de “reconquista económica” de la región en los últimos veinte años a través de la muy agresiva política de inversiones externas de los bancos mencionados y las multinacionales españolas, operando principalmente en las telecomunicaciones y la energía.
La crisis europea se inscribe en un patrón más amplio de crisis financieras que se han constituido en uno de los rasgos salientes del capitalismo globalizado, de carácter neoliberal, que surgió desde la década de 1980. La lista es larga e incluye las crisis de la deuda externa de América Latina a partir de 1982, de las cooperativas de ahorro y préstamo en Estados Unidos (savings and loans crisis), de los bancos en varios países escandinavos a inicios de los noventa, la de Japón, la mexicana de 1994, la asiática de 1997, la rusa de 1998, la de Argentina y Turquía en 2001-2002, seguidas por la gran crisis financiera y posterior recesión en 2008-09 y su secuela de alta inestabilidad en Europa, agravada en el primer semestre del 2012, particularmente en Grecia y en especial en España. La impronta de los últimos treinta años ha sido la dominancia de un capitalismo financiero con fortalecimiento de las élites económicas y el surgimiento de una clase global de superricos (basta ver el listado de billonarios globales de la revista Forbes). En contraste, es evidente el debilitamiento de las clases trabajadoras y sus organizaciones sindicales y la aparición de una clase media heterogénea, consumista y desideologizada. Se ha avanzado en la privatización de la educación, la salud y otros servicios sociales y se ha debilitado la democracia participativa. En un ambiente de confusión conceptual ante una realidad muy cambiante, con el resquebrajamiento de las aparentes certidumbres del neoliberalismo, también han surgido movimientos sociales de carácter autónomo a nivel nacional y globales críticos de la globalización neoliberal.
El triunfo en Grecia de Nueva Sociedad, de centro derecha, en la elección del 17 de junio, con una plataforma moderadamente proausteridad, no ha calmado a los mercados ya que el equilibrio político en esa nación permanece incierto y las condiciones de la economía son muy frágiles. Un escenario probable parece ser una renegociación del programa de ajuste de febrero de 2012 en condiciones menos duras… aunque también Europa “puede dejar” caer a Grecia, forzándola a salir del euro, y concentrarse solo en salvar a España e Italia.
CRISIS ECONÓMICA Y EL PODER DE LAS ÉLITES
La crisis del 2008-2009 en Estados Unidos y sus repercusiones en Europa y a nivel global fue el fin de un período de expansión de más de veinticinco años, acompañada de desequilibrios fiscales, de cuenta corriente de balanza de pagos y sobre todo de un alto endeudamiento de las familias, el Gobierno y las empresas. Particularmente notoria, en este lapso, ha sido la influencia no solo económica sino también política del sector financiero (Wall Street, en Estados Unidos; la City en Londres, y los bancos en España, Francia, Alemania y otros países). Las puertas giratorias entre ejecutivos y asesores de los bancos, ministros de Hacienda, gobernadores de Bancos Centrales y reguladores, crearon una cerrada élite tecnocrática-política que ha terminado suplantando los mecanismos naturales del sistema democrático por los intereses de la banca y las grandes corporaciones. Los ejemplos del exclusivo círculo abundan: el presidente Barack Obama, del Partido Demócrata, en Estados Unidos, tiene más oficiales provenientes de Wall Street que cualquier otro de los gobiernos precedentes, incluidos aquellos encabezados por presidentes republicanos. Mario Dragui fue alto ejecutivo de Goldman Sachs antes de ser gobernador del Banco de Italia y de, más recientemente, asumir como gobernador del Banco Central Europeo. El primer ministro Lucas Papademous, en Grecia, también tenía conexiones fuertes con el sector financiero y la academia.
Una característica del proyecto del euro es el desmedido poder que han asumido las instituciones supranacionales que no rinden cuentas ante ningún electorado, como son el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y la Comisión Europea, CE. Esta troika ha sido capaz de imponer medidas de austeridad con amplios impactos sobre el crecimiento, el empleo, los salarios, los beneficios sociales. Recientemente, Berlín y la troika han convencido a los Gobiernos europeos de firmar el Tratado de Estabilidad, Cooperación y Gobernanza en febrero del 2012, el que aún está pendiente de aprobación por los parlamentos nacionales. Este tratado pone una camisa de fuerza a la política fiscal a nivel constitucional y disminuye las atribuciones de los parlamentos nacionales y el Parlamento Europeo en las decisiones fundamentales de política fiscal y económica de los países de la Unión Europea.
La troika, en el 2011, promovió la remoción de los primeros ministros en Italia (Silvio Berlusconi) y Grecia (Giorgios Papandreu). Ambas autoridades cayeron en desgracia y debieron renunciar al quedar sin “piso internacional”. La troika —no el electorado en sus respectivos países— decidió que estos eran líderes sin fuerza ni credibilidad para imponer políticas de austeridad en sus territorios nacionales, lo que dejó en evidencia el poderío político real de estas instituciones supranacionales y de la canciller alemana Angela Merkel, a la vez que la debilidad de las instituciones democráticas de estos.
PERSPECTIVAS Y DESAFÍOS EN LA ACTUAL FASE DE LA CRISIS EUROPEA
A mediados del 2012 los puntos más neurálgicos de la crisis económica europea se concentran en España (con un rescate que no convence) y en Grecia (con Europa evaluando si es más caro ayudar a este país a quedarse en el euro o a salirse). Las primas de riesgo de los bonos del Gobierno de Italia permanecen muy altas, sugiriendo que este país puede ser el próximo candidato a un rescate de la Unión Europea y el FMI.
En la actualidad no hay consenso en Europa sobre cómo salir de la actual crisis. Las políticas de austeridad de menor gasto público y mayores impuestos son recesivas, empeoran los ingresos fiscales y hacen más difícil pagar las deudas. Se pide un cambio a políticas procrecimiento. Por otra parte, se ha sugerido la creación de una unión bancaria europea con un ente regulador central de la Unión Europea. También se pide la emisión de euro bonos. En la actualidad el Banco Central Europeo no puede prestar directamente a los Gobiernos, pero sí a los bancos comerciales (a una tasa muy baja) que vuelven a prestar estos recursos a tasas más altas y hacen una ganancia adicional. También se plantea la necesidad de una unión fiscal y, al final, una especie de Gobierno supranacional.
La democracia también se tensiona. El alto desempleo, los recortes de beneficios sociales y las frustraciones de la juventud son caldos de cultivo para el populismo, la xenofobia, la intolerancia y la violencia. Además, esta crisis se desarrolla en contextos de alta desigualdad y manifiesto poder de las élites. Ya se observa un fortalecimiento de los grupos de derecha radical después de las elecciones en Francia y las elecciones griegas. Por otra parte, la izquierda no socialdemócrata también ha crecido en Francia (Melenchon) y Grecia (Tzipras). La actual coyuntura también evoca los fantasmas de la historia en que el nacimiento del nacional socialismo en Alemania y el fascismo en Italia en los años veinte y su ascenso en los treinta coincidieron con severas crisis económicas en Europa.
Otra fuente de tensiones en Europa es la hegemonía de Alemania en el manejo de la crisis. El triunfo de Francois Hollande en Francia refleja un intento de contrarrestar la fuerte influencia alemana, recuperando un liderazgo más independiente, el que fue sacrificado por Sarkozy al alinearse incondicionalmente a los dictados de Angela Merkel. La ausencia de Gran Bretaña, que no optó por el euro hace una década y siguió con la libra esterlina es también notoria. Otro punto de vulnerabilidad es la ampliación de las fragilidades financieras de la periferia europea (Grecia, Irlanda, Portugal) a naciones de mayor tamaño económico, como España e Italia. Esta película aún no llega a su fin y muchos desenlaces son posibles para este drama europeo.
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Andrés Solimano. Doctor en Economía. Artículo publicado en revista Mensaje, www.mensaje.cl

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